Algunas fuentes, señalan que existe una estrecha relación entre el desarrollo sensorial y psicomotriz, originándose todo desde el momento de nacer. Un bebe recién nacido tiene un sistema de reflejos inmaduros que los empieza desarrollar y potenciar a lo largo del tiempo por medio de todo un sistema educativo inculcado por el medio. El desarrollo de los movimientos de un niño permite un conocimiento consigo mismo y de su entorno así como también amplía las posibilidades de su desplazamiento lo que le permite la vigilia activa y enriquece el desarrollo de sus potencialidades cognoscitivas al
poder manipular, explorar, conocer y accionar con los objetos que le rodean.
Tal como ha sido señalado anteriormente, la sensorialidad esta estrechamente relacionada con las respuestas motoras que podamos efectuar ya que los órganos sensoriales son los encargados de captar los estímulos del medio, los que posteriormente se van a procesar dentro de nuestro organismo, hasta generar una respuesta motora.
Todo lo planteado en los puntos anteriores, fue comprobado a través de una actividad practica realizada en una de las clases de sicomotricidad el día jueves 30 de abril. En aquella oportunidad se realizaron 3 salidas. Estas salidas consistían en caminar una determinada distancia desde la sala de clases hasta la salida de la facultad de ciencias medicas. En la 1º salida, se camino de manera habitual, en la 2º salida, se camino con los ojos vendados y en la 3° se camino con los ojos vendados pero con una guía ( un compañero nos decía el camino a seguir). Esto provocó una serie de diferencias en cuanto a nuestra ejecución motora.
En la 1º salida existía una buena orientación espacial mientras que en la 2º salida la orientación era muy mala ya que no sabíamos dónde nos encontrábamos posicionados. Esto provocó una enorme inseguridad en nosotros, sintiéndonos temerosos al pensar que podíamos chocar en alguna parte. Es por esta razón que nuestra caminata fue considerablemente más lenta que la anterior, al tratar de precaver algún accidente. Para cumplir nuestro objetivo, es decir, dar una vuelta completa desde la sala a la salida de la facultad, tuvimos que alertar todos nuestros sentidos a diferencia de la primera vez, en la que principalmente ocupamos la visión. Esto significó el agudizar nuestra audición y tacto, para que a través de estos órganos sensoriales se pueda reconocer ciertos objetos y voces características de cada lugar. Y en la 3° a pesar de que nos encontrábamos con los ojos vendados el hecho de tener a un compañero cerca y que nos decía el camino a recorrer nos daba mas seguridad, claramente no la misma que teníamos en la primera salida donde podíamos ver todo por nosotros mismos, pero al confiar en que nos estaban guiando correctamente pudimos desarrollar la actividad sin mayor dificultad.
Claramente, este paso práctico efectuado hace algunas semanas atrás, nos reafirmó todo lo expuesto en las clases y en los libros de psicomotricidad. Acá nos damos cuenta que el perder un sentido, como la visión en este caso, genera una serie de nuevas expresiones tanto físicas como psíquicas. El bloqueo de la visión genera sensaciones psíquicas tales como miedo e inseguridad y también provoca nuevas respuestas motoras (nivel físico) al ocupar nuestro tacto y la audición.